El Partido Comunista Chino y Confucio

Confucio

Confucio (551 a.C – 479 a.C.) fue uno de los grandes sabios y eruditos de la antigua China. Su legado influenció enormemente al pueblo chino y continuó presente hasta hace muy poco. Estableció una serie de virtudes, sin las cuales uno no podría ser considerado como humano: devoción filial, respeto hacia los hermanos, lealtad, guardar las promesas, cortesía, justicia, honestidad… Una de las frases de Confucio era “aspira al Dao, alinéate con la virtud, guíate por la benevolencia y sumérgete en las artes”.

En China, la educación pública actual incluye el adoctrinamiento. Todos los estudiantes de primaria deben unirse a los Jóvenes Pioneros, un ala del Partido Comunista Chino. Se les enseña a ser fieles al Partido, que el Partido es más querido que sus padres. También aprenden una versión censurada y a veces engañosa de la historia reciente de China. Esta educación enseña a los niños a rechazar ideas como la democracia y la libertad de creencias.

En mayo de 1958, en la Segunda Sesión Plenaria del Comité Central del Octavo Congreso del Partido Comunista, Mao Zedong, fundador de la República Popular China, preguntó a sus camaradas de ideas afines:

¿Qué tiene de impresionante Qin Shi Huang? Solo enterró vivos a 460 eruditos, mientras que nosotros enterramos a 46.000. Cuando reprimimos a los contrarrevolucionarios, ¿no matamos también a algunos intelectuales contrarrevolucionarios? Una vez debatí con gente de los partidos demócratas: Nos acusan de actuar como Qin Shi Huang, pero se equivocan; ¡lo hemos superado 100 veces! Nos denigran por ser dictatoriales como el Primer Emperador; lo admitimos fácilmente. Lo que es patético es que nos minusvaloran; siempre tenemos que explicar el resto. (Risas generales)

"Abajo con Confucio": los Guardias Rojos derriban la lápida Chenghua del Templo de Confucio en Qufu, en noviembre de 1966.
«Abajo con Confucio»: los Guardias Rojos derriban la lápida Chenghua del Templo de Confucio en Qufu, en noviembre de 1966.

Durante la Revolución Cultural (1966-1976), el mandato del Partido Comunista Chino fue el destruir toda creencia en la cultura y pensamiento tradicional. El objetivo fue que el pueblo considerara al Partido como su único salvador. Se abogó a su vez por la destrucción de los «Cuatro Viejos», es decir, las viejas costumbres, la vieja cultura, los viejos hábitos y las viejas ideas. Confucio estaba al principio de su lista, y sus monumentos y efigies fueron ultrajados.

"Confucio es el bastardo número uno"
«Confucio es el bastardo número uno»

El Partido Comunista Chino reclama ahora que ha restaurado los monumentos de Confucio, y sin embargo sigue demoliendo iglesias. El Partido selecciona citas de Confucio sobre la obediencia al superior, y omite otras para perpetuarse en su poder totalitario. El Partido presenta guerreros de terracota por el mundo, al tiempo que sigue promoviendo en teatros de otros países la ópera de la Revolución Cultural «El Destacamento Rojo de Mujeres».

El Instituto Confucio promueve en las universidades aspectos superficiales de la cultura china como la gastronomía, el corte de papel, la vestimenta o la decoración de máscaras, y en ocasiones incluso llega a mezclarlos con la cultura del Partido, como el caso de las artes marciales tradicionales, que fueron dañadas por el régimen y son presentadas actualmente como una especie de deporte sistematizado. Sin embargo, ejerce presión para que se cancelen actos del Dalai Lama o exposiciones de arte en universidades extranjeras donde tiene presencia.

A pesar de que el Partido use el reclamo de Confucio para promover institutos alrededor del mundo que llevan su nombre, la esencia espiritual subyacente de la cultura confuciana y la creencia en lo divino fueron violentamente erradicados de China.